La felicidad era "cosas". Son cosas. Cuando el silencio y el
frío se vuelven uno al cruzar el patio que une las puertas entre mi casa y mi
estudio. Cuando respiras el aire polaco congelado, con olor a carbón quemado y
piensas que no sabes por qué pero esa toxicidad como otra cualquiera te droga,
te mata y te hace feliz como a un tonto. Tocar el pompón de mi nuevo gorro rojo
mientras camino hacia la plaza, o hacia el supermercado. Llegar al estudio,
abrir la puerta, preparar el siguiente té y mancharme los pantalones con
pintura. Ponerme el mandil sucio que tiene un letrero que dice: “mis fórmulas
magistrales”. Pintar. Volver a cruzar el patio. Subir a casa.
La felicidad es esto.
Cuando bebes té caliente sentada en la ventana y ves que el
sol entra por ahí, para invadir tu cocina, tu sala y tu habitación, sin
permiso, pues las cortinas no se estilan demasiado en Polonia. La felicidad es
tener tres ventanas en mi casa, sin cortinas, que dan a la calle más fea y más
bonita de toda Cracovia. Por estas ventanas veo el sol, la nieve, el hielo y el
humo que sale de las chimeneas. Y miro ahora, mientras escribo y lo puedo
corroborar. Veo antenas y cables que se mueven cuando hace aire, cuando llueve.
También se puede mirar hacia abajo, también me hace feliz apreciar las minucias
que suceden en el asfalto, o mirar a los transeúntes, veo todos los días a las 15.50 un señor con una chaqueta verde que
siempre pasa debajo de mi ventana andando o en bici, dependiendo del día, un
señor exactamente igual a mi antiguo profesor de fotografía de la facultad. Con
la barba blanca. La chaqueta verde. Su bici moderna. Hubo un tiempo en el que
durante varios meses el señor parecido a mi profesor de foto y yo cruzábamos la
calle al mismo tiempo, pues mi teoría es que entrábamos al trabajo a la misma
hora, pues esto se produce de lunes a viernes. Así observo las cosas, con una
sonrisa o con una idea imaginaria y absurda de la realidad, no me molesta
inventármela, ni me molesta si a los demás les molesta. Por tanto me gusta
pensar que la felicidad está en las ventanas y en el parquet viejo que cruje en
mi casa. Lo siento desde la cocina hasta la habitación, tanto si camino
despacio como deprisa, casi siempre con calcetines. Me gusta notar las
irregularidades del parquet porque dan masajes en los pies, masajes domésticos.
Hay otras irregularidades cotidianas, placenteras como un masaje, como por ejemplo las existentes en las paradojas de bailar tango en Kraków o tener un amigo polaco que a veces toca y canta flamenco en mi cocina mientras friego los platos o hago tortilla de patatas. Qué cosas... flamenco y tango en mi casa, todo uno. Qué cosas, tortilla y después té... no sé cómo, pero me convence el plan.
Hay otras irregularidades cotidianas, placenteras como un masaje, como por ejemplo las existentes en las paradojas de bailar tango en Kraków o tener un amigo polaco que a veces toca y canta flamenco en mi cocina mientras friego los platos o hago tortilla de patatas. Qué cosas... flamenco y tango en mi casa, todo uno. Qué cosas, tortilla y después té... no sé cómo, pero me convence el plan.
También la felicidad es la memoria.
Recorrer mentalmente mi aldea gallega desde el otro lado de
Europa, imaginar que de repente aparece un hórreo en el parking de mi patio o pensar
que un día al abrir la nevera medio dormida por la noche, “un trasno” me saluda
y me saca la lengua y se ríe de mí porque me faltan queso de Arzúa y empanada o
porque le parecen ridículos mis pierogi congelados. La felicidad es hacer
pieorgi toda una tarde hasta que te duelen los dedos. Comerlos.
Subir hasta el cuarto piso a pie, quitarte todas las capas
de ropa y ponerte unos pantalones finos y una camiseta vieja para andar en casa.
Encender la radio, donde habla de un señor que ha pasado toda la Navidad en una "estación meteorológica casera" sumido en sus paranoias. Tomar el caldo que un amigo te da con su mejor intención después de pasar más de
40 minutos dejándote las manos en intentar abrir el termo. Qué rico el caldo,
por cierto... Yqué fuerzas tienen los polacos, que cierran los termos como si los
fueses a transportar a otra galaxia en platillo volante. La felicidad es acabar
2013 sabiendo que 2014 será mejor, que me sentaré más en la ventana a beber té,
que veré el mar, que haré pierogi y comeré caldo polaco y caldo gallego. Que me quedaré más veces dormida leyendo, en mi sofá - cama, "mi sofá - playa".
Mientras a las 15.50 el señor de la barba blanca y la
chaqueta verde seguirá pasando a diario por la calle más fea y más bonita de
toda Cracovia y los trasnos que se me metieron en la maleta antes de dejar la
aldea, seguirán gastándome bromas y de repente será el final de 2014 y la
felicidad será todo esto y otras cosas más.
¡ F E L I Z 2 0 1 4 !