martes, 30 de octubre de 2012
domingo, 28 de octubre de 2012
la visita de Sofía y de la nieve!!!!!
pani Sofía articulando nuevas poses
gracias por dejar el xilófono en casa, tocaré
"oso panda, oso panda, dime por dónde andas"
cada noche!!!
a mi manera!!
qué bien que mi coche esté en España...
paaaaaaaaaaaaniiiii! sal por la ventana!!!!!!!!!!!!
el mejor despertar del otoño
así lo veía todo nevado al revés
y así...
olor a invierno, en otoño
mi primera nevada en Smolesnk (felicidad...)
preparamos el desayuno
esa pani!!!
ohhhhhh... final de la tarde... esperamos en Błonia
y Sofía regresa a Alemania...
sábado, 27 de octubre de 2012
tarde en Café Szafé...
En los últimos días el trabajo en
el estudio me ha cundido bastante y la otra tarde tras acabar un cuadro decidí: ¡tarde
libre!.
Un amigo tenía que hacer sus deberes consistentes en ir a un café,
sentarse y escribir allí en portugués una historia cualquiera con la única
condición de que comenzase: “Escribo en una pastelería…”. Me propuso ir juntos
al café más cercano a mi casa y crear la historia a medias, a mí me seducía la idea de
hacer algo diferente a pintar o quedarme sentada en mi escritorio retocando
fotos en Photoshop toda la tarde, así que allá fuimos a escribir alguna
tontería juntos. Aunque en principio había entendido “imaginariamente” que cada
uno escribiría sentado frente a frente algo diferente de manera individual,
allí en el café donde nos habíamos encontrado hace tiempo una vez por accidente. Me hacía gracia imaginar qué tipo de
historias podrían contarse, pero no fue una tarde exitosa de iluminación literaria para ninguno.
Pensamos que tal vez la mejor
opción fuese beber unos chupitos de vodka pero finalmente como buenos niños descartamos
esta vía de inspiración y: Ni vodka, ni relatos… hablamos de “guitarras de
carpintero” y de “gorros de perro-oveja” entre otros interesantes temas, de
manera que tuve la tarde libre como era el objetivo pero él no hizo los deberes
y me sentí un poco culpable de ello… la historia quedó simplemente comenzada… aunque
yo sí pienso continuar escribiéndola, en español, tal vez otra tarde en el Café
Szafé y tal vez con un chupito de vodka, la historia que empieza: “Escribo en
una pastelería, donde hace 7 meses estaba con la chica que no era mi novia. No sé qué nos había llevado allí”.
jueves, 25 de octubre de 2012
miércoles, 24 de octubre de 2012
martes, 23 de octubre de 2012
Alguien lleva corazones amarillos en una bolsa de plástico transparente
El otro día seguí por la calle a una chica que iba pegando
pegatinas de mini corazones amarillos por toda Cracovia.
Iba despacio, abstraída, pegando estas pegatinitas sobre
diferentes sitios en la calle, no parecía seguir un criterio coherente, pues
las pegaba cada vez en un sitio, en las paredes, en el suelo, en los bancos, en
los bordillos de la acera, en las puertas...
Caminaba desde su casa hasta el centro y en un cruce en Planty
se detuvo, pegó un corazón justo debajo de sus pies, sonrió y se quedó ahí
mismo, al sol por un momento, miraba los árboles y sus hojas, también amarillas,
como los corazones que llevaba escondidos en el bolsillo de su abrigo. Puede
que estos corazones y las hojas del otoño tuvieran un paralelismo que hasta
entonces ella ignorase, o que tal vez aún por puro despiste ni haya asumido. Al
fin y al cabo no se sabe si estamos en otoño, invierno, primavera o verano, en
la última semana hemos atravesado todas las estaciones del año casi sin darnos
cuenta, ya no sabemos cuándo cambiar las hojas, el pelo o los corazones.
Por la noche salió de su casa, yo sabía dónde vivía y decidí
ir sigilosamente tras ella. De nuevo iba hacia el centro, compró chicles en un kiosco
de Plac Wszystkich Świętych, compró un paquete de sabor de fresa y otro de
menta, los guardó en su bolso y volvió a sacar de su bolsillo la bolsa llena de
corazones de pegatina que pegó con gesto de felicidad en el trayecto hasta Ul. Mikołajska,
lo hizo incluso delante de las narices de la policía sin reparar en la
presencia de los agentes. Pero había algo latente en sus acciones y es que ella elegía despacio qué corazón
pegar en cada sitio, sacaba la bolsa y metía su mano derecha en ella esparciéndolos
dentro de la bolsa y observándolos con gesto como de estar comparándolos, a pesar de
que todos los corazones eran iguales… ¡yo creo que eran el mismo!. Finalmente se
decidía, extraía uno, le arrancaba el papel de la parte trasera y lo fijaba por
ahí, en cualquier sitio. Yo desde fuera podía ver con claridad todo el proceso porque
la bolsa era transparente, era un secreto a medias… y yo no sé si ella lo
sabía.
Su manera de actuar era comparable a la de un niño que se
saca una bolsa de chucherías del bolsillo, las mira despacio y escoge cual
quiere comer en ese momento con una mezcla de ansia y premeditación, los niños
saben que las chucherías se acaban. También estos corazones se podían acabar,
como los chicles de los paquetes que había comprado hacía dos minutos en Plac
Wszystkich Świętych, por eso sacaba los corazones de la bolsa con consciencia de
de lo que hacía. O eso me gustaba pensar a mí. Me preguntaba también si ella
sentiría entre sus manos el calor de la bolsa de corazones, como cuando llevas
mucho tiempo las chucherías en el bolsillo y éstas están pegajosas, blanditas,
calientes… ¿serían esos corazones también elásticos como una lombriz de
gominola?.
Se metió en un bar, donde no sé si pegó corazones, tal vez
uno o dos, yo quería pensar que no, tuve la sensación de que sin que yo lo
viese ella hubiese pegado un corazón en un cenicero por ejemplo, y temí que la
camarera lo reemplazase por otro limpio y el corazón adherido al cenicero usado
se destruyese cruelmente en el lavavajillas. Estuvo allí un par de horas y al volver a
casa fue siguiendo los corazones que había pegado durante todo el día, aunque
no le pillasen de camino a casa, no le importaba, sin perder la sonrisa hizo un
recorrido nocturno por toda la ciudad posando su dedo índice sobre cada uno de
ellos como si se tratase de algo que le aportase una energía desmesurada.
Pero ¿por qué habría pegado todos esos corazones amarillos?,
¿de dónde salían?, ¿qué querría decir con ellos?, ¿eran gominolas o eran
corazones?.
Me pregunto qué pasa con todas las partes traseras de la pegatinas, dónde van a parar esos corazones de papel antiadherente, e igualmente me pregunto si hay corazones amarillos pegados en su cocina,
en su lavadora, en sus zapatos, debajo de su cama o en su cepillo de dientes... y qué hará cuando ya
no le queden más.
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