En
Junio
viajo a Cuenca. Sí después de 9 años que hace que me despedí
gloriosamente de
la ciudad, tras un cansancio profundo, vuelvo allí con una mezcla de
excitación y reparo, para acompañar a un grupo de estudiantes
de diseño y pasar una semana entera en mi universidad de Bellas Artes,
"el
cole". ¿Traductora yoooo?... ¿Por qué
no?... Kraków – Katowice – Frankfurt – Madrid – Cuenca. Ya estamos allí.
En Cuenca,
emociones locas… paseos, rocas, el Cristo, reencuentros, la ciudad tan salvaje
como siempre, las hoces, Saura, la calle de “Los Tintes”, las tapas, el gazpacho en la cantina de
Bellas artes, el plató, sol, calor, granizo, tormentas, frío, sandía, gambas al
ajillo, mis padres, flan, café con leche en vaso duralex, el aula de informática, cañas y
tapas, el puente, Cao no está en el cole,
el paseo del derecho y del revés, el barrio del Castillo, la facultad
más vacía que nunca, clima decadente, qué lástima…, San Antón, Camarón, el bar de al lado del
hotel, copiar frases del MARCA en una libreta, tocar las plantas que salen de
las paredes calientes , discoteca "Metro" convertida en una sala de
exposiciones perteneciente al Campus, la señora que me vendió un helado de nata
cuando tenía 14 años, la churrería del mercado a primera hora de la mañana,
pegar corazones amarillos en la ciudad fantasía … Cuenca es otra galaxia.