miércoles, 19 de noviembre de 2014

el otoño y sus sorpresas




Cuando volví a Cracovia las hojas de los árboles eran amarillas o se habían caído. Unos días salió el sol, hasta que de repente y de manera inevitable llegaron las nubes, el olor a carbón y el frío.

La gente va por la ciudad. Se mueve. Feliz, triste, indiferente... Una pareja llora en la orilla de Wisla... Una chica y un chico se encuentran patinando y sus patines hacen que sus cuerpos se detengan justo uno frente al otro, se paran y se besan, hace sol. Día expléndido, mis amigos vuelven en manga corta de jugar al baloncesto, les veo debajo de mi puerta, reencuentros. Al día siguiente otra vez frío y lluvia. Una señora espera el tranvía con un abeto navideño, artificial, metido en una caja de cartón bien precintada. Hace mi trayecto. En un candado del puente que une Kazimierz con Podgórze leo: Renia i Marcin. Na zawsze razem. Ala i Wojtek. Na zawsze razem. Ula i Ryszard  60 lat razem. 

Sigo andando. Estudio, patio, casa, patio, estudio. Tras unos días los pedazos de cartón comienzan a desplegarse de nuevo y tomar orden en mi estudio. Compongo nuevas realidades de cartón, falsas, tontas, ñoñas, cartón aquí, cartón allá. Realidades de reciclaje, o viceversa se puede decir. 

Las tardes son eternas. La luz se va después del postre. Entre el postre y el desayuno escribo una canción de mi gel con olor a coca cola. Se me ha acabado, por cierto. Leo, miro el barrio, como galletas, bebo té, me miro al espejo con mis gafas nuevas. Escucho un tango, dos, tres… Reordeno mi casa, pongo otros cuadros en las paredes, me siento en mi “sofá playa” a ver una película y me encanta. La peli me gusta, el sofá, los cuadros y mi sala también. Me siento en casa después de varios meses aquí y allá.