esperando impaciente en Most Grunwaldzki
Hace unos días, regresando del trabajo paré en TESCO para
hacer la compra. Me sentía híper saturada por el mogollón de dulces de pascua
que había por todos los pasillos, conejos, corderitos y huevos de chocolate a mansalva…
y huyendo de las secciones alimenticias
me sumergí sutil pero conscientemente en
la zona de juguetes donde mi imaginación cobra un peligro que desborda.
Allí encontré una caja llena de playmóbiles que venían en
sobres sorpresa, había nueve modelos y pensé, “¿qué es una casa sin un buen
playmobil?”... recordé mis anteriores hogares con estanterías cubiertas de
playmóbiles y pinipones vigilantes en cada esquina, ¡hasta en la nevera se
metían!, y me dije: “¡Allá voy!”. Sumergí con los ojos cerrados la mano en caja
de sobres sorpresa, revolví un poco y extraje uno al azar. Fui a la caja, pagué
y corrí a la parada del tranvía. Había llovido mientras estaba en el
supermercado y el olor a lluvia fue un regalo para sumar a la felicidad del
momento. Llegó el tranvía, monté y abrí mi mochila donde tenía el sobre mágico,
las piezas de plástico duro hacían que el paquetito sonase como unas maracas
estropeadas al agitarlo, porque claro está, estas cosas son como cualquier
spray: “agitar antes de usar”. Y por fin: abrí el sobre y descubrí que me había
tocado ¡¡el playmobil caballero!!, ¡joder qué mierda!, soñaba con el playmobil
negro que tiene pelo a lo afro y pelota de baloncesto o con el playmobil Elvis
(un rey para la casa)… no sé… ¡cualquier otro playmobil!. Pero eso no frenó mi
excitación por armarlo rápido, todo su cuerpo venía desmontado, es la primera
vez que veía un playmobil totalmente descompuesto… y tenía muy poco tiempo pero
lo conseguí entre las paradas desde Kobierzyńska a Most Grunwaldzki… donde bajé corriendo para coger el bus hasta
mi casa y llegar lo antes posible para ver bien el playmobil . Llegué a mi
cocina y lo puse encima de la mesa con todas las cosas que traía en el sobre…
armadura, escudo, unas cosas espantosas para los brazos, cinturón… pensé: “madre
mía, qué de mierda de plástico…”, cuando descubrí que me quería decir algo el playmobil, me acerqué y escuché: “me llamo Vicente” y me
señaló la espada de caballero, entendí que la quería coger y quería quitarse el
resto de cosas y ohhhhhh, desde luego ahora parecía otro, eso me tranquilizó
bastante, salí un momento de la cocina y
al volver Vicente había cocinado una fantástica ensalada de rúcula, naranja,
manzana, queso y nueces!!!! Y todo eso con su fantástico cuchillo de chef
contemporáneo en forma de espada. Así que guardé de vuelta el resto de su
innecesaria indumentaria de caballero en el sobre de plástico donde viajó
probablemente desde China hasta mi hogar y ahora Vicente gobierna felizmente mi
cocina, cuchillo en mano dispuesto a sorprenderme con exóticos sabores y
novedades culinarias.